Consolidándose como un espacio de creatividad y sensibilización en torno a la inclusión, se realizó la premiación del Concurso de Microrrelatos “Hablemos de Autismo en 100 palabras”, una actividad generada por la Unidad de Inclusión estudiantil en el marco del proyecto financiado por el Fondo Nacional de Proyectos Inclusivos (Fonapi), que reunió historias breves que reflejan distintas miradas sobre la experiencia del autismo.
Al respecto, el Vicerrector de Vinculación con el Medio, Andrés Varela, valoró el espacio generado, expresando que “tenemos que trabajar de manera incesante e incansable por el respeto de la dignidad. Estoy seguro de que en estos microrrelatos de 100 palabras se plasmaron historias que tienen parte de creatividad y de imaginación, pero también de realidad y que son bellas historias que nos muestran un camino, una senda que debemos seguir”.
Como invitada a la premiación estuvo la creadora de AutisApp, Melissa Muñoz, una aplicación móvil que busca apoyar a la comunidad autista por medio de herramientas que facilitan la comunicación como también la autorregulación. Durante la ceremonia destacó la importancia de esta instancia expresando que “la idea logró calar en distintos actores que pertenecen, en este caso, a la comunidad de la UCSC y eso es algo súper importante porque la tarea de poder hablar de inclusión es un largo camino. Sabemos que todavía nos falta mucho por desmitificar, que nos falta mucho por construir”.
El concurso, originado desde la Unidad de Inclusión de la Dirección de Acompañamiento Académico al Estudiante, contó con la participación de 61 microrrelatos, donde se premió a 3 primeros lugares: Rocío Apablaza Grandón por “Ojalá algún día entienda”, Alejandro Soto Fuentes por “Sintonía autista” y Tomás Sánchez Ramírez por “Ausencia de una palabra”, y también se reconocieron otras voces que conmovieron al jurado con la entrega de seis menciones honrosas.
Respecto a la instancia, Paulina Valdés, Jefa de la Unidad de Inclusión, comentó que “este concurso nació con el propósito de abrir un espacio donde las palabras nos ayuden a comprender y visibilizar el autismo desde la sensibilidad, pero también desde la creatividad. Cuando llegó el momento de elegir a las o los ganadores comprendimos algo esencial en inclusión, no hablamos de jerarquías ni de competencias, sino de reconocer y valorar la diversidad de talentos”.
Los microrrelatos serán publicados en el manual para estudiantes “Hablemos de Autismo en 100 palabras”, que será lanzado en octubre, documento en el cual trabajan las especialistas de la Unidad de Inclusión en conjunto con la creadora de AutisApp.
-Rocío Apablaza Grandón por “Ojalá algún día entienda”: “Fría. Eso soy, o al menos así me ven. No sé jugar como las otras mamás, me cuesta reír en la plaza mientras todo me abruma. Después de tener a mi hijo entendí por qué, pero ya era tarde. Criar acompañada de esta condición es andar con piedras en los zapatos. Lo amo, pero a veces me agota hasta respirar. Me encierro, me culpo y aun así vuelvo a intentarlo cada día. No soy la mamá que todos esperaban, pero soy la que tengo para darle. Y aunque me duela, ojalá algún día entienda que lo amé a mi manera”.
-Alejandro Soto Fuentes por “Sintonía autista”: “Desde niño me dijeron que no comunico, que no hablo, no siento, no busco. Pero anhelaba el abrazo tenso de mis padres, aunque otros juzgaran que mi actuar era solo furia. Siempre quise ser parte de las risas del recreo, y, algún día, amar sin miedo. Imagino una familia, un oficio, ser parte de la existencia, un lugar donde mi voz —aunque ajena— sea acogida. No es que no quiera comunicarme. Mis gestos los descifra quien se detiene a conocerme. Los otros no deben enseñarme a hablar, sino desear cómplice sintonía. Hoy lo comprendo: mi valor, mi presencia”.
-Tomás Sánchez Ramírez por “Ausencia de una palabra”: “La niña se empeñaba por entender las muecas de los adultos y de otros chiquillos cada vez que se cruzaba con ellos. Casi siempre se sentía como un bulto, un estorbo que iban a dejar cada mañana al lugar donde otros niños sí se sentían felices. Lo que más la descolocaba era la cara de fastidio de la mayoría. El mundo no era una ola para surfear en el ranking de la aceptación. No sabía por qué. Hasta que se dio cuenta de que ni en su casa ni en la escuela había un diccionario que incluyera la palabra amor”.